El proyecto es una invitación a repensar, reflexionar y explorar cuestiones que tienen que ver con el plástico, la sostenibilidad y los cuidados, apostando por generar vínculos de intimidad entre lo humano y la materia sintética a partir de un cambio de hábitos.Intentar pensarnos sin el plástico es realmente complicado, dando por sentada su presencia en la mayoría de productos de consumo. Desde dispositivos tecnológicos hasta objetos de uso cotidiano como un cepillo de dientes, un envase de alimentos o una prenda de ropa. Nuestra relación diaria con este material es sorprendentemente íntima.
Aun así, nuestro modelo de consumo ha posicionado al plástico como un material de escaso valor, considerándolo de poca calidad, desechable y barato. Algo contradictorio a las características intrínsecas del propio material, como son su longevidad, versatilidad y el alto precio que paga el entorno por su explotación. La búsqueda de soluciones es uno de los grandes retos del siglo XXI. Plantear alternativas que no pasen, exclusivamente, por los procesos solucionistas de circularidad y reutilización del plástico, tiene que ver con poner los cuidados en el centro, conociendo a través de la materia y reparando desde y con ella, estableciendo vínculos de intimidad que nos permitan generar un cambio de hábitos, adoptando nuevas miradas para construir un espacio de negociación que nos dé la posibilidad de revisar nuestra forma de habitar el mundo, alejándonos de una visión antropocéntrica.
Esta investigación nos invita a reflexionar y explorar, mediante una serie de dispositivos articulados a través de la planta artificial, cuestiones que tienen que ver con la materia sintética y la sostenibilidad, apostando por generar vínculos de cuidados entre el humano y el plástico.
Me metí en un jardín: un jardín que es de plástico para hablar de sostenibilidad, de contradicciones, de cultura y de hábitos. Para hacernos preguntas incómodas sobre cómo (y a qué) tenemos la necesidad de cuidar.
Mediante una metodología de diseño crítico y experimental, que combina teoría y práctica, desarrollé dispositivos que se articulaban a través de planta artificial, representando así nuestra conexión con lo sintético. Este enfoque busca provocar una reflexión sobre el plástico como parte de la llamada “tecnosfera”, una nueva capa geológica formada por la acumulación de residuos humanos, y quiere invitar a plantear preguntas sobre la ética de este material, el cuál nos sobrevivirá durante miles de años.
El concepto central de la investigación gira en torno a la propuesta de ver el plástico como un “material de lujo” por su durabilidad, estableciendo con él un “vínculo de cuidados”. En lugar de rechazarlo, el proyecto invita a aceptar el problema y fomentar un uso responsable que honre su permanencia en el entorno. Así, el plástico deja de ser un desecho y se convierte en un objeto de valor, cuya durabilidad merece ser respetada.
Inspirado en autoras como Donna Haraway y María Puig de la Bellacasa, el proyecto sugiere un cambio de paradigma que reconoce la dificultad de vivir sin plástico, pero que, a la vez, promueve un vínculo más profundo y consciente con este material omnipresente. Este enfoque permite repensar los objetos cotidianos desde una perspectiva de decrecimiento y sostenibilidad real, adaptando nuestras prácticas para habitar un mundo en el que, inevitablemente, el plástico forma parte de nuestra realidad.
Meterse en un jardín, es un proyecto que nos permite cuestionar el presente reflexionando sobre el pasado y planteando un espacio de futuro para debatir, explorar y abrir nuevas preguntas.