“Una piedra fue el primer taburete” nace de una pregunta sencilla pero provocadora: ¿qué define un objeto cotidiano? ¿Quién decide cómo debe ser una silla, una mesa o un taburete? A partir de esa inquietud, este proyecto se sumerge en los códigos ocultos detrás de los objetos estandarizados que habitamos y cómo esos códigos moldean nuestra forma de vivir y diseñar.
El taburete se escoge como símbolo de lo versátil, auxiliar, poco valorado y, sobre todo, no estandarizado. Es un objeto con historia, pero sin medidas fijas. Puede ser una pieza de diseño, una herramienta de trabajo o simplemente una piedra en el suelo.
Y aquí entra la piedra: una forma “natural”, única, sin molde. El reto consiste en investigar a través de la piedra sin una idea cerrada, dejando que la práctica guiara el concepto. Sin mapas, sin resultados predefinidos. Solo el taller, la materia y muchas preguntas. ¿Por qué los objetos que usamos son como son? ¿Qué valor le damos a lo original, a lo natural, a lo único? ¿Qué pasa cuando digitalizamos una piedra? ¿Qué vínculo se genera cuando transformamos un objeto desde el hacer?
Al traerla al taller de fabricación digital y digitalizarla, el proyecto pone en tensión los límites entre lo original y la copia, lo físico y lo digital, lo natural y lo artificial. La piedra se convierte en archivo .obj, en dato, en forma reproducible. Pierde su singularidad, pero gana otras formas de existencia. Con ello se buca abrir una investigación sobre la copia, el código y el vínculo emocional con los objetos.
La práctica en el taller, con escáner 3D, impresora, láser y termoformadora, no busca fabricar un producto final, sino generar conocimiento a través del hacer. La metodología es abierta, experimental, a veces caótica. La investigación no parte de un concepto cerrado, sino de la acción, del error, del diálogo entre materia y máquina.
Este proyecto es una forma de hackear el diseño desde dentro. Una forma de decir: el diseño también puede ser un lugar para hacerse preguntas, no solo para dar
respuestas.